viernes, 2 de enero de 2015

Neuralgia de trigémino, relámpagos en la cabeza

Su intensidad es tal que la llaman la “enfermedad suicida”. Es controlable,  pero hay que diagnosticarla y tratarla a tiempo.
El trigémino es un nervio (quinto par craneal) que nace en la base del cerebro y se divide en tres ramas: nervio oftálmico, nervio maxilar y nervio mandibular. La rama oftálmica o superior recibe las sensaciones (tacto, temperatura o dolor) de la mayor parte del cuero cabelludo, la frente y la parte frontal de la cabeza. La rama maxilar o media abarca la mejilla, maxilar superior, labio superior, dientes y encías y los lados de la nariz. La rama mandibular, o inferior, pasa por la mandíbula, los dientes, las encías y el labio inferior, brinda información sensorial, pero también tiene una función motora sobre los músculos masticadores, entre otros.
Según las estadísticas, una de cada 15.000 personas puede sufrir neuralgia de trigémino. Es más frecuente en adultos mayores aunque puede dar a cualquier edad, sin importar género o raza.
Lo describen como un “pistoletazo en la cabeza” o un “relámpago”, un “corrientazo”, un “fogonazo” o un “calambre punzante” que puede durar varios segundos y fuera del profundo dolor, genera estados de pánico y angustia ya que quien lo sufre no sabe en qué momento aparecerá de nuevo. El dolor puede afectar una pequeña área de la cara o puede diseminarse y puede desencadenarse por cualquier cosa, desde contacto o sonidos, hasta por actividades cotidianas como cepillarse los dientes, masticar, tocarse la cara o afeitarse.
Lo primero que se hace a la hora de un diagnóstico es, por medio de una resonancia de cráneo, descartar que haya una compresión vascular del nervio, un aneurisma cerebral o un tumor. Estos hacen presión de forma que se genera desgaste del revestimiento protector alrededor del nervio (la vaina de mielina) y se dispara el dolor. Cuando no hay una causa estructural se habla de una neuralgia idiopática, es decir, que no se conocen exactamente sus causas. Lo que sí se sabe es que hay condiciones que pueden desencadenarla como cirugías de la articulación arteromandibular,  patologías dentales, trauma craneano, proceso infeccioso viral que comprometa los nervios, entre otros.
La neuralgia se puede curar manejando los síntomas y controlando el dolor. Esto es fundamental ya que es un dolor de tal magnitud que puede llevar a estados depresivos o de ansiedad severa de forma que afecta el desempeño en la vida cotidiana de las personas que lo sufren.
El tratamiento siempre incluye  medicamentos como:
  • Anticonvulsivantes (evitan los disparos de dolor estabilizando la membrana).
  • Analgésicos de diferente intensidad según  los episodios (desde el acetaminofén hasta  los opioides) para abortar la crisis dolorosa.
  • Relajantes musculares.
  • Antidepresivos tricíclicos.
Los bloqueos analgésicos se han convertido en una práctica común y efectiva contra la neuralgia de trigémino. Esto es, bloquear las ramas del nervio o el ganglio de Gasser (de donde salen las ramas del trigémino). Se comienza con una prueba terapéutica con un anestésico local y un poco de esteroides y si el bloqueo es efectivo se va a una segunda fase que consiste en utilizar radiofrecuencia en la base del nervio para insensibilizarlo. Estos son procedimientos delicados que deben ser realizados por anestesiólogos con especialización en dolor. Son procedimientos intracraneanos y dolorosos, pero muy efectivos.

Otra cirugía que se utiliza (generalmente la realiza un neurocirujano), aunque cada vez con menor frecuencia, es la microcompresión con globo percutáneo (se infla un pequeño “balón” en el ganglio de Gasser que hace presión y bloquea la sensación dolorosa). 
No resulta frecuente, pero puede suceder que haya daño en la función motora de los nervios o que ocurra una “anestesia dolorosa” en la que queda una sensación de dolor por meses. Por ello, es indispensable que la persona que se va a someter a este tipo de procedimientos esté bien informada y consciente de su decisión.

Síntomas
  • Dolor facial (pómulo o mandíbula)
  • Eléctrico (como calambres)
  • Muy severo (breve y repetitivo)
  • Posibles espasmos faciales.

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