viernes, 24 de octubre de 2014

Salud: Ya viene el coco

Estreptococos, neumococos, meningococos. Les tememos y sin embargo poco sabemos sobre ellos. Una mirada a estas pequeñas bacterias que han puesto en jaque a la salud mundial.
Están en todos lados. En nuestra piel, en la nariz, en los animales de compañía, en las barras del metro o en los pomos de las puertas, en los estornudos, entre otros. Son bacterias de forma redondita, como pequeños cocos, que miradas bajo un microscopio no se ven nada peligrosas, sin embargo se han convertido en una preocupación mundial por su capacidad de volverse resistentes a los antibióticos lo que dificulta los tratamientos de las enfermedades que causan.

Los cocos se pegan entre sí en forma diferente. Cuando forman racimos (similares a los de las uvas) se llaman estafilococos. Hay varias clases, entre ellos el Staphylococcus aureus o estafilococo dorado que es el más común, virulento y conocido en los humanos. 

Otros cocos se pegan en cadena y se les llama estreptococos. Entre ellos se encuentran el Streptococcus pneumoniae, conocido vulgarmente como neumococo, el Streptococcus agalactiae o meningococo (que produce la meningitis), la Neisseria gonorrhoeae, el estafilococo blanco (menos frecuente y menos agresivo) y el estreptococo de tipo A, familiar del neumococo que causa la faringitis, amigdalitis y puede producir la fiebre reumática (no es demasiado agresivo y tiene menos riesgo de resistencia).

Cocos bajo control


Aunque no hay nadie que esté libre del riesgo de contagio, sí hay mecanismos básicos para protegerse y más importante aún, evitar que aparezcan cepas más resistentes y difíciles de controlar. Está en nuestras manos:

Mantener una excelente higiene. El baño diario, lavar las manos al llegar a casa, al salir del baño, antes de preparar comidas o cuando se estornuda es fundamental, pero en algunos casos, como cuando hay influenza o furúnculos recurrentes, se requiere consultar al médico para saber si es necesario aplicar un antibiótico tópico para erradicar una bacteria. 

Aplicar las vacunas obligatorias en niños y las recomendadas en ancianos y adultos. Contra los neumococos existen dos tipos de vacunas: la polivalente, que cubre 23 serotipos, y la conjugada, que solo cubre 13 serotipos pero que puede ser más efectiva y desarrolla mejores defensas. La decisión de qué vacuna utilizar siempre debe tomarla un médico ya que depende de muchos factores, entre ellos si la persona ya se ha vacunado anteriormente, el tipo de exposición que tiene, si sufre o no de problemas cardiacos o si es fumador, entre otros. Nunca es tarde para aplicarlas, aun, aunque el mito popular lo niegue, cuando ya hay un proceso infeccioso o se tiene “gripa”. 

Nunca automedicarse. Los antibióticos han salvado millones de vidas y es uno de los descubrimientos más importantes en la historia de la salud humana, pero la facilidad con la que se consiguen y la poca seriedad al utilizarlos está generando un problema aún mayor: bacterias resistentes a todos los antibióticos desarrollados. ¿Cómo sucede? Cuando una persona toma un antibiótico en forma inadecuada, es decir, que toma menos dosis de la que debe tomar o por un tiempo menor al recomendado, en vez de eliminar la bacteria le está dando toda la información y el tiempo para que cree mecanismos de defensa contra ese antibiótico. Así, por un lado, el tratamiento de su enfermedad va a ser más difícil ya que es un microorganismo más fuerte de lo que era inicialmente y por otro, si contagia a alguien, está diseminando una cepa de difícil control. 

En el caso de un furúnculo o nacido por Staphylococcus aureus. Nunca se debe apretar o drenar ya que al romperse puede infectar otras áreas aledañas o peor aún llegar al torrente sanguíneo, diseminándose y llevando a condiciones más graves. Los nacidos, fuera de los antibióticos tópicos generalmente necesitan antibióticos orales.

Una buena higiene disminuye las posibilidades de que uno de estos temibles cocos ingrese al organismo. Uno o dos minutos con el jabón puede salvarle la vida o por lo menos ahorrarle un terrible malestar.

Clases de bacterias


Estafilococo  dorado

Puede estar en nuestra piel, en la nariz o en el pelaje de nuestras mascotas y podemos ser portadores contagiosos sin que a nosotros se nos haya desarrollado aún ninguna infección. Estos pequeños microorganismos son oportunistas, aprovechan ciertas circunstancias como la ocurrencia de una herida (al depilarse, un uñero, un raspón) para ingresar al organismo y producir enfermedad ya que sus puntos de actuación son la piel, los tejidos blandos y el sistema musculoesquelético. 

Los estafilococos pueden ser muy agresivos dependiendo de la cepa a la que pertenezcan. Una cepa “suave” puede desarrollar simplemente un nacido o furúnculo, erisipela o celulitis infecciosa, mientras que otra puede llevar a una osteomielitis (que es una infección en los niños), artritis séptica, endocarditis bacteriana (que afecta el corazón) o una septicemia (bacterias en la sangre). 

Si antes las cepas más virulentas y resistentes a los antibióticos se circunscribían al entorno hospitalario, hoy se han convertido en un problema presente en la comunidad, por el mal uso y abuso de los antibióticos.

Estreptococo  Pneumoniae


Este tipo de bacteria se contagia por vía respiratoria, cuando una persona tose, estornuda o por las microscópicas gotas de saliva que salen cuando hablamos. Epidemiológicamente es la principal causa de neumonía por bacteria y puede, en casos de cepas muy agresivas, llegar a la sangre y a otros órganos del cuerpo. 

Dentro de los más temidos de la familia está el Streptococcus agalactiae o meningococo que produce la meningitis. Aunque es una enfermedad que generalmente afecta a los niños, puede presentarse en adultos y requiere tratamiento con especial cuidado en el aislamiento de la persona y profilaxis en todos aquellos que lo rodean. 

Con respecto al tema de las resistencias, en el caso de los neumococos el problema es aún más grave que con los estreptococos ya que la automedicación es muy generalizada. Hay un sinnúmero de cepas, algunas muy resistentes de las que ni siquiera las vacunas pueden proteger. Para saber el tipo de cepa a la que nos enfrentamos, resulta conveniente que el tratamiento sea guiado por un cultivo de microorganismos, sea de la saliva o de las secreciones de la persona, pero si esta ha tomado antibióticos eso ya no es posible.

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