De todos los adultos adoloridos del país, cerca de la mitad (el 46 por ciento) han convivido con esa molestia por más de tres meses.
Esa tasa, una de las principales conclusiones del último estudio de la Asociación Colombiana para el Estudio del Dolor (Aced), es una de las más altas del continente. Pero el principal problema es que solo uno de cada cuatro afectados que consultan con el médico encuentra alivio, razón por la cual la gente recurre a salidas como la automedicación.
Para el médico español Fernando Cerveró, director del Centro Alan Edwards de Investigación sobre el Dolor, de la Universidad McGill (Canadá), datos como estos convierten el dolor en una verdadera epidemia en países como Colombia.
Pese a todo, Cerveró, uno de los ‘dolorólogos’ más reconocidos del mundo, asegura que en las últimas décadas se ha avanzado de manera notable en el reconocimiento del dolor como una enfermedad, no solo como un síntoma, por lo que se han venido generando protocolos y medicamentos para tratarlo.
“Aunque se está ganando, la batalla contra el dolor es muy dura, de progresos lentos, pero definitivos –dice el experto–. Pensemos en el dolor que sufrieron nuestros padres y abuelos, en las cirugías sin anestesia que se practicaban antes, en las agonías de los enfermos terminales y en muchas otras situaciones de sufrimiento que ya están superadas.”
En entrevista con EL TIEMPO, Cerveró habla sobre la naturaleza del dolor y los obstáculos que enfrenta su manejo.
¿Qué es el dolor?
Ha sido definido por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con lesiones reales o potenciales, o descrita como causada por una lesión.
Algunos aspectos de esta definición merecen ser destacados: el dolor es una ‘experiencia’, es decir algo muy personal, que es a la vez ‘sensorial’ y ‘emocional’. También se asocia con lesiones y daños tisulares (de los tejidos), y es descrito como causado por un daño: “Me duele como si me quemaran, como si me clavaran un cuchillo, como si tuviera el brazo torcido”… El dolor es un proceso multidimensional.
¿Tiene alguna utilidad?
El dolor normal, el que nos protege de lesiones y nos ayuda a sobrevivir sin dañarnos, tiene una gran utilidad. Es el dolor protector, que acompaña a toda una serie de reflejos y acciones encaminadas a evitar el daño y ayudar a curarse. El dolor también es un elemento muy útil en el aprendizaje: es el método más rápido para saber lo que no es bueno para nuestra supervivencia.
¿Por qué el dolor es distinto en cada persona?
No sabemos si el dolor es distinto en cada persona, pero sí que cada quien reacciona a él de modo diferente, lo cual puede deberse a elementos genéticos; también tiene un sentido distinto según el medio social y cultural de cada uno.
¿Qué tipos existen?
El nociceptivo, el inflamatorio y el neuropático. El dolor nociceptivo es el dolor normal y protector, el que nos obliga a retirarnos de estímulos nocivos. El inflamatorio es el causado por una lesión inflamatoria y se mantiene hasta que la inflamación se reduce –en ese sentido, también es protector, a menos que, a causa de procesos crónicos, se convierta en patológico–. El neuropático es producido por alteraciones o enfermedades que afectan al sistema nervioso; es patológico, es decir que indica que los sistemas de medición y procesamiento del dolor están alterados.
¿Hay razas que resisten más el dolor?
Las diferencias en percepción del dolor no son solo genéticas, sino sociales. Por ejemplo, en las culturas latinas es aceptable expresar el dolor, mientras que en las nórdicas o anglosajonas, no tanto. Esto no quiere decir que la percepción sensorial del dolor sea diferente.
¿Es igual en el hombre y en la mujer?
La mujer expresa más intensamente los elementos emocionales del dolor, lo cual condiciona su respuesta. Sin embargo, desde el punto de vista sensorial, hay muy pocas diferencias.
¿Cómo se relacionan dolor y sufrimiento?
Además de los componentes sensoriales y emocionales del dolor, que muchas especies animales también tienen, los seres humanos tenemos una respuesta cognitiva a la percepción del dolor. Si lo sentimos, necesitamos saber qué enfermedad o lesión lo produce, si lo podemos reducir o eliminar, si va a durar mucho tiempo y cómo nos va a afectar la vida. Si no nos preocupara el significado del dolor, no sufriríamos. Nuestra capacidad de raciocinio es lo que añade sufrimiento al dolor.
¿El dolor crónico es una enfermedad?
Hasta hace poco tiempo el dolor se consideraba simplemente un síntoma. El médico examinaba al paciente y buscaba su causa. Una vez encontrada, se trataba el proceso patológico con la expectativa de que, una vez curada la enfermedad subyacente, el dolor desaparecería. Esta interpretación ha cambiado radicalmente en los últimos años. Ahora sabemos que en los casos de dolor persistente, este deja de ser un síntoma para convertirse en una enfermedad, y debe ser tratado como tal.
Cuando un miembro amputado sigue ‘doliendo’, ¿qué duele en realidad?
Este dolor es producto de una alteración de los mecanismos cerebrales que median la percepción dolorosa. En el dolor de miembro fantasma se mezclan aspectos de patología neurológica sensorial con elementos de memoria y de percepción del cuerpo. El resultado es sentir dolor en un miembro que ya no existe, algo que es una tortura insoportable.
La medicina del dolor es nueva. ¿Qué ha logrado en 40 años de desarrollo?
Quizás el logro más importante ha sido la creación de conciencia en torno al hecho de que el dolor es una enfermedad que debe ser tratada por especialistas. Esto ya no se discute. En el aspecto práctico, son numerosos los procedimientos terapéuticos contra el dolor, tanto de tipo farmacológico como de tipo intervencionista, que han ido desarrollándose.
Se dice que atenuar el dolor es costoso. ¿Es eso cierto?
Lo más oneroso es no tratarlo. Estimaciones muy fiables en países como Estados Unidos y Canadá demuestran que el costo del dolor crónico es superior al del cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes juntos. Ello se debe a que el dolor crónico es la causa principal de bajas laborales, de horas de trabajo perdidas, de gastos de rehabilitación y de gastos por pensionados prematuros.
¿Hay diferencias en la prevalencia del dolor entre países ricos y pobres?
Curiosamente, hay poca diferencia en la prevalencia del dolor crónico. Este es el dolor-enfermedad, cuya prevalencia es cercana al 30 por ciento en los países donde se han hecho encuestas fiables, tengan el desarrollo que tengan. En cambio, sí hay una gran diferencia entre naciones desarrolladas y no desarrolladas en la prevalencia del dolor agudo. La falta de medios hospitalarios de tratamiento del dolor traumático, agudo y posoperatorio hace que la prevalencia en las más pobres sea mucho más alta que en las ricas.
En general, ¿los médicos saben tratar el dolor?
La formación médica en este campo aún es deficiente. Un estudio reciente en Canadá presentaba el dato sorprendente de que las facultades de veterinaria dedican más horas a la enseñanza del tratamiento del dolor que las de medicina, lo que indica que hay mucho camino por recorrer en la educación médica sobre dolor.
Hay quienes promueven la declaratoria del alivio del dolor como un derecho humano.¿Qué opina?
No creo que nadie pueda oponerse a esta iniciativa. El tratamiento del dolor debe ser considerado algo intrínseco a la naturaleza humana, tan esencial como el derecho a la vida, a la salud o a la educación. Infortunadamente, los derechos ya reconocidos no son respetados en muchas partes, y eso me vuelve un poco escéptico sobre la eficacia de la declaración para reducir el dolor en el mundo. Pero eso no debe frenar nuestra lucha.
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